Una cartita de amor...
San Antonio de Ureca, Isla Bioko Isa,
Una alcoba vacía con una almanaque encima del comedor fue lo que me dejaste desde tu partida. Las puertas azotandose y las azucenas blancas encima de nuestra mesa de olivo marchitándose pierden su color, los pétalos se deforman, han quedado en el olvido, al igual que mi corazón. No he encontrado a nadie como tu y desde hace años tomando el mismo camino del bulevar hasta el café, y recorriendo las calles en las que te conocí, sigo como un pobre solitario en un mundo de dispersos, yo con el corazón roto y mi corazón en pedazos sin ti. Mi pequeña cabaña en la que tus voces aún se oyen llamándome a tomar el desayuno, unos huevos fritos con pan que ahora asemejan en sus yemas unos ojos llenos de tristeza, que al hacer derramar estallan en llanto. Ese lindo “buenas noches” que sigo sin olvidar me hace preguntarme cada vez por qué te deje ir, apartándote de mis brazos, pensando que te volvería a ver. Recuerdo cuando éramos unos pequeños inocentes sin saber el rumbo de nuestras vidas y haciendo tantas niñerías que a día de hoy desearía que hubieran sido eternas.
Aun recuerdo ese dia de Junio cuando jugábamos en el pequeño balancín con nuestros helados de avellana que se derretían con el resplandor del sol... La tristeza que dejaste en mi corazón es infinita, y esas pequeñas mariposas revoloteando con sus pequeñas alas al compás de tus palabras cuando me susurrabas al oído, han muerto, y solo ha quedado tu recuerdo. Las mañanas de invierno en las que nos quedamos en nuestra pequeña alcoba viendo series mientras el sol se escondía por el oeste, tomando café en nuestro pequeño divan de pino, abrazados mientras te dormías en mi pecho, olvidando la hora y todos nuestros problemas que a la par desaparecen y me hacías sentir plenamente en paz conmigo mismo, un sentimiento que ahora me escuece desde que me dejaste solo esa mañana de noviembre donde me prometiste que volverías hace dos años... Lo único que espero es que leas esta carta y sientas lo mismo que yo sentí mientras la escribía y con un sentimiento vacío vuelvas a mi...
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Después de 5 años el sentimiento ya se ha difuminado. Ahora está diluido en un mar de sangre por el corte de mis venas. Es curioso que se vean rojas y azules, ya que solo es una ilusión que nos juegan nuestros sentidos, irónicamente los mismo que se enamoraron de ti. Tu eras diferente, y por lo tanto también bien decidí hacerlo diferente, no empece con mi muñeca sino con mi talón, arranque los tendones uno por uno, y era armónico, ya que sonaron como una melodía, do, re, mi, fa, sol, y tendón por tendón. Junto con mi llanto sonaba como una canción, más como una ópera tétrica, pero la cual estoy seguro no te hubiera gustado oír. Decido pararme y me caigo de espaldas, ahora duplicando el dolor debajo de mis pantorrillas. Asombrosamente a los 2 minutos de que mis pies ya se hubieran desprendido de mis piernas, mi conciencia seguía viva, o al menos es lo que creía. Pasaron 5 minutos y proseguí con las venas. Fue un corte fino y lento, como rebanando un pedazo de lomo, aunque un poco más dura dado que mi finalidad era atravesar todo el hueso para desprender por completo mis manos. A los 10 minutos me sorprendí, ya que la sangre era interminable, algo que creía imposible, y era capaz de sentir que mi corazón solo seguía bombeando sangre por el recuerdo tuyo. A los 15 minutos, descubrí que sin una mano no era posible cortar la otra, y con el cuchillo en mi boca hice todo mis esfuerzos para seguir agonizando y simplemente no decaer, pero ya era imposible y aunque el sentimiento hubiera sido mas y mas fuerte, la sangre que chorreaba por mis dos piernas y por una de mis manos era interminable. Lo último que vi fueron las partes de la mano, y aunque nunca fui bueno con la anatomía logre identificar cada uno de los tendones y los conductos por los que estaba disminuyendo poco a poco el correr de mi sangre. La última gota cayó al suelo y con ella mi último recuerdo de ti.